Si el amontillado es la cumbre de los vinos generosos tradicionales, este Gran Barquero representa la definición, la finura, el perfil más cálido, gastronómico y modélico. El ideal de un amontillado actual en el que se encuentran la elegancia y la complejidad, el atractivo sensorial y el sentido de origen. La larga crianza bajo el velo de flor —más de 10 años—, seguida de la crianza oxidativa por espacio de nada menos que 15 años consiguen levantar una personalidad irresistible, apreciada en el mundo entero. Adecuado para aperitivos, sopas calientes y frías. Con pescadito frito forma una armonía que sorprende y convence. Es extraordinario con chacinas especiadas como morcón y morcilla. Delicioso acompañando quesos de fuerte sabor.